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Muchos dicen que no hay que huir de los problemas, que hay que afrontarlos. #Notelocreas

A mí me han dicho esto muchas veces, sobre todo cuando he decidido alzar el vuelo y marcharme de lugares en los que no me encontraba a gusto. Cuando he decidido probar otras formas de vivir o cuando he decidido que para mi vida quería otros compañeros de viaje. Y cuando me lo decían, aunque mi alma me sugería que alzase el vuelo, en mi mente quedaba la semilla de la duda ¿estaré huyendo de los problemas en vez de afrontarlos?

Por ese motivo he desarrollado mi propia teoría de cuando hay que alzar el vuelo, o cuando hay que quedarse y solucionar los problemas.

Clave número 1. Hay que huir de los problemas siempre y cuando en la huida no nos llevemos el problema.

Si en tu huida, el problema se viene contigo, entonces ¿de qué sirve que huyas? Tu vida se convertiría en una huida sin fin, y el problema siempre estará contigo. Sería como jugar al pez que se muerde la cola, quizás en el camino te diviertas, pero no llegaras al lugar que quieres ir si llevas el problema contigo. Si el problema eres tú, entonces al lugar que vayas también estarás tú, por lo que el problema seguirá reproduciéndose.

En cambio si el problema se queda en el lugar, y puedes empezar en otro lugar sin ese problema. Entonces estarás más ligero. Por ejemplo, de las personas, amigos, parejas que te dan problemas pero no aportan nada en tu vida, de barrios en los que le problema es el barrio, o incluso de trabajos en el que el ambiente no te haga feliz. O incluso de colegios, he tenido algunas experiencias de niños, o jóvenes con temas de bullying que desaparecen automáticamente al cambiar de colegio. Esto no significa que haya que cambiar de colegio, pero es una opción.

En cambio, si el problema viene contigo, si siempre terminas en relaciones de pareja con el mismo patrón, que te hacen daño, o repites un mismo patrón en todos los trabajos, o quizás con el dinero, entonces en ese caso, quédate y afróntalo, de forma que cuando te vayas, puedas ser libre de ese problema y decidir de verdad lo que haces con tu vida desde la libertad, sin lastres.

Clave número 2. Hay que huir de los problemas, siempre y cuando el lugar al que vayas esté más cerca de tu corazón.

Hay que huir siempre que el lugar en el que estés seas menos tú, si el lugar al que vas te hará ser más tú.

Esta clave es fundamental. Si cuando huyas, vas a un lugar que esté más cerca de tu corazón, entonces estarás más cerca de ti mismo. Si en cambio te alejas de tu alma, de tu ser esencial, entonces te estás perdiendo a ti  mismo.

SI sientes una llamada constante a algo, a hacer algo en tu vida, a conocer, a experimentar, a emprender, a viajar entonces es el momento de huir, e ir en búsqueda de tu llamada. Es más, ni siquiera podríamos considerarlo una huida, sino la llamada de la vida.

Si estás en una relación amorosa, de amistad, en la que cuando te miras en los ojos de la otra persona no te reconoces en la imagen que te devuelve, quizás también es el momento de buscar un lugar en el que sí te reconozcas. Quizás lo puedes arreglar con la otra persona, pero si no puedes, vuela.

Clave número 3. Hay que quedarse y afrontarlo, si al marcharnos el problema se vuelve más grande. Para esto suele ser buen ejemplo los temas burocráticos.
Por ejemplo, imaginemos que tienes una deuda, con hacienda, con la seguridad social, por mucho que no quieras mirarlo a los ojos, el problema te va a perseguir, se va a hacer más grande, y va a condicionar el resto de tu vida. Siempre hay que asumir estos temas lo antes posible.
Y para terminar tres últimos consejos.

El primero, siempre, siempre, siempre, aceptar el problema. Jamás podrás resolver, o huir de algo que no ves. Si nos sabes dónde está cómo vas a huir de él, tenemos que saber exactamente aquello que es para alejarnos de él.

El segundo, se lo pido prestado a Einstein. “No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”.

Y el tercero, una vida sin problemas, no es posible, y estos pequeños muros, piedras en el camino, cuestiones a resolver, son los que nos permiten crecer. Quizás las amebas tienen vidas sin problemas, pero no piensan, no sienten, no aman, y no conocen todo ese inmenso abanico de sensaciones de las que sí podemos disfrutar los humanos. Entre la vida de una ameba, y la mía, me quedo con la mía.

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